Pasaron muchos soles y lunas, para que mis brazos se abrieran al cielo y mi existencia fuese abraza por mí. Un día descubrí que en mi pecho latía un corazón fortalecido, lleno de vida, que vibraba en el amor propio e incondicional. Mis noches dejaron de ser frías, cobijándose con mi existencia. El temor del vacío se marchó. La nada se lleno de mi. Y comprendí que cuando te tienes en el sentido vasto de la palabra, nunca se está solo.
El tiempo dejo de paralizar mis sueños, transcurrió normal sin vacilaciones, mientras caminaba a paso firme por la calle. El viento cayó sobre mi rostro secando las lagrimas; mis ojos se llenaron de cielos, mariposas, plumas, flores, pájaros y paisajes. Me miré, finalmente me reencontré conmigo, ya no era la misma, era una versión diferente, ya me reconocía, había matado a mi vieja versión y sus miedos que eran monstruos ya de una realidad inexistente.
Un silencio, cálido, tranquilo, lleno de paz invadió mi ser. Era una magia poderosa invisible a los ojos, pero visible para el corazón. Mi ser se conecto con mi FE y me di cuenta que esa esencia divina proveniente en mi era Dios conmigo, no estábamos separados, íbamos juntos, jamás volvería estar sola.
Entendí que no debía estar molesta conmigo, que debía seguir amando como lo hace una mujer como yo con exorbitante amor. Aquí, ahora, entendía que reinaba La Paz y no podía más que amar con fuerza, sin yugo, ni tormentas, con mis ancestros que corren en mi torrente sanguíneo y dan identidad a la mujer que soy. La nada se lleno de mi y volví a tener esperanzas de que todo lo que das vuelve, que jamás debes renunciar a tu esencia y que en un mundo cruel puedes sorprender con tus actos de amor a los demás.
Una mujer inteligente jamás es víctima de nadie y se llena de si misma cuando entiende la lección. La nada tomo sentido y se lleno de mi.
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