16/8/07

Del bául de los recuerdos...lo escribí hace unos años


Un personaje llamado Ego
Por: Karla Araujo


Ego finalmente decidió salir al mundo un día. Era atractiva en cada una de sus proporciones físicas, más bien no era el prototipo moderno de la anorexia; pero procuraba en la medida de lo posible cuidar su ser por medio de las frutas y las almendras.

No dejaba de caminar y por su forma de hacerlo se veía a un caballo desbocado, pero con pasos firmes. Sus labios coloreados por el lipstick currant, devoraban cada una de sus pasiones guardadas por su apariencia de niña-mujer. Niña porque en ese lapso representaba la ingenuidad imprecisa de sus días de infancia y mujer por su capacidad enérgica de topetear y poner en sus manos al indiferente mundo. El cuál precozmente la había dejado en total olvido por un lapso de 10 meses en su infinita cotidianeidad.


Ego sentía poco a poco como los poros de su piel se dilataban cuando entraban en contacto con el oxígeno, su dermis se tornaba rozagante al tiempo que gozaba de extender sus alas hacia la libertad: Libertad llena de incertidumbre de cada hora que se transmutaba en rostros ajenos a su sentir.


El mundo desconocía la fragilidad de cada uno de sus sueños que un día se habían desmoronado, como los castillos de arena cuando cae la marea sobre ellos y no queda ni su recuerdo.


Sólo su creador era testigo de tan caótico suceso.
De pronto sus ojos fueron adquiriendo un brillo diferente al normal, brillo que se caracterizaba por una nostalgia moribunda y vacía, pareciese que de un momento a otro surgirían borbotones de agua salada sobre sus mejillas. Pero eso, no sucedió. Pues por más apremiante que se veía´más seca estaba, como ese extenso desierto lleno de dunas y arena sólo por paisaje, ni una planta, ninguna señal de vida.


¿Cómo mataría esa nostalgia que termino en irá? - se preguntaba y no hallo respuesta mínima, mientras venía ir y venir a los autos, la gente, los comerciantes, los perros...la vida, su inconstante vida.
Y así de la nada soltó en carcajadas por tan patético cuadro que parecía ser sacado de una película fundamentada en los sarcasmos. Por este hecho los transeúntes se colocaron en torno a Ego y con su mirada la juzgaron como la inevitable histérica. A ella, solo se le ocurrió exclamar: ¡Cada quién por su lado que aquí no ha muerto nadie más que mi nostalgia! Y de pronto se fue quedando sola otra vez, mientras la gente tosía y cuchicheaba respecto a su persona.


Ego suspiró de alivio y continuó su constante andar.


Después de caminar sin rumbo fijo, su pensamiento se remontó a sus días de infancia donde su tía abuela le obsequiaba estampitas de diferentes divinidades que se desgarraban y parecían salir del papel; momento proliferados por el temor de alguna travesura aún sin castigo. Recordó el té de cedrón que de niña quitaba desde un dolor de panza hasta un regaño con lágrimas de cocodrilo como decía su padre. En ese instante añoró esa sustancia y se preguntaba sí podría calmar su atormentado corazón, pero nuevamente no hubo respuesta. En ese preciso lapso pasó frente a ella un camión rumbo a un mañana. Lo abordó y se fue perdiendo en la esperanza.


Un entierro digno de su pasado, ya inexistente en su memoria.

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